Franco y la Iglesia católica

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La Relación entre Franco y la Iglesia Católica: Un Análisis según José Luis Pozo Fajarnés

La relación entre Francisco Franco y la Iglesia Católica durante el período que abarca la Segunda República, la Guerra Civil Española y la dictadura franquista es un tema complejo y multifacético, marcado por una alianza inicial que se desmoronó progresivamente debido a cambios ideológicos y políticos. José Luis Pozo Fajarnés, en su análisis, desentraña esta relación, destacando la percepción de la Guerra Civil como una "cruzada", la persecución religiosa, el papel del Vaticano y el impacto del Concilio Vaticano II. Este artículo, basado en las ideas del autor, adopta un tono asertivo y descriptivo para explorar cómo la Iglesia, inicialmente un pilar del régimen, se convirtió en un desafío para Franco.

La Guerra Civil como Cruzada: Un Relato Fundacional

Pozo Fajarnés subraya que la Guerra Civil (1936-1939) fue conceptualizada por los católicos españoles como una cruzada, no solo contra el comunismo, que ganaba terreno en Europa, sino también contra el nacionalismo periférico en España. Esta idea, con ecos históricos en las luchas contra el Islam, se consolidó tras la victoria de Franco. Aunque la carta colectiva de los obispos de 1937 no usa explícitamente el término "cruzada", el autor la considera un precedente clave. Esta narrativa proporcionó una justificación moral y religiosa al alzamiento, alineando a la Iglesia con los objetivos de Franco de restaurar el orden y la unidad nacional.

La persecución religiosa durante la Segunda República (1931-1936) y la Guerra Civil reforzó esta percepción. Eventos como la quema de iglesias en 1931, los asesinatos de clérigos en Málaga y la muerte de casi 7,000 religiosos —cifra que, sumando laicos, podría superar los 100,000— marcaron un episodio sin parangón en la historia del catolicismo, según Pozo Fajarnés. La pasividad del gobierno republicano ante estos actos intensificó la alianza entre la Iglesia y los sublevados. La beatificación de más de 2,000 mártires y la canonización de 11 bajo pontificados recientes reflejan la magnitud de esta tragedia.

La Iglesia y el Franquismo: Una Alianza Inicial

En los primeros años del régimen, la relación entre Franco y la Iglesia fue de mutuo beneficio. El Papa Pío XII, influido por el Cardenal Isidro Gomá, veía a Franco favorablemente. Gomá, preocupado por la unidad de España, negoció con el Vaticano para trasladar la sede primada a Toledo, consolidando la centralidad de la Iglesia en el proyecto franquista. Sin embargo, Pozo Fajarnés señala un error clave de Franco: considerar a la Iglesia como una entidad universal y metafísica, ignorando su dimensión política y su capacidad de adaptación.

El Vaticano, prudente, no reconoció al gobierno de Franco hasta mayo de 1938, tras sopesar factores como el reconocimiento previo de la República, la falta de alternativas claras y el temor a un matiz fascista en el alzamiento. Pozo Fajarnés refuta esta percepción, argumentando que la catolicidad de la Falange y la fe de Franco descartaban el fascismo. Una vez reconocido, el régimen implementó medidas alineadas con los valores católicos: derogación del divorcio, prohibición del aborto, censura y el retorno de los jesuitas.

El sistema de la "seisena", establecido en 1941, permitió a Franco influir en la elección de obispos, recuperando una prerrogativa histórica. Aunque no elegía directamente, su capacidad de veto aseguraba obispos afines al régimen. El Concordato de 1953 con el Vaticano reforzó esta alianza, otorgando al franquismo legitimidad internacional y facilitando acuerdos con Estados Unidos. El apoyo del Arzobispo Spelman de Nueva York y la condecoración de Franco con la Suprema Orden de Cristo por Pío XII subrayan este respaldo.

Tensiones Internas y el Auge del Opus Dei

A pesar de la unidad inicial, el franquismo enfrentó tensiones internas. Los falangistas, algunos sectores de la Asociación Católica de Propagandistas y los jesuitas abogaban por aperturas, mientras que el Opus Dei, descrito como "más franquista que Franco", ganaba influencia. La crisis económica de 1957 marcó un punto de inflexión, con la entrada de tecnócratas del Opus Dei, liderados por figuras como Laureano López Rodó, arquitecto del "milagro español". Estas facciones, unidas inicialmente por la Iglesia y la figura de Franco, comenzaron a divergir.

El enfrentamiento intelectual entre Pedro Laín Entralgo (falangista, "España como problema") y Rafael Calvo Serer (Opus Dei, "España sin problemas") ejemplifica estas divisiones. La Iglesia, hasta entonces la "argamasa" del régimen, empezaba a mostrar fisuras que se agravarían con los cambios globales.

El Concilio Vaticano II: Un Punto de Ruptura

El Concilio Vaticano II (1962-1965) marcó un "vuelco ideológico tremendo", según Pozo Fajarnés, que transformó la relación entre Franco y la Iglesia. Este evento, "perfectamente orquestado" para adaptar la Iglesia al contexto geopolítico, priorizó una postura antifranquista en la elección de obispos. Pablo VI, influido por Jacques Maritain, eliminó indirectamente la seisena nombrando obispos auxiliares "por la puerta de atrás", desarmando la estrategia de Franco contra el nacionalismo.

La admonición de Pablo VI en 1969, expresando "inquietud por España" y demandando justicia social, fue interpretada por Franco como una crítica directa. Este discurso desmanteló el apoyo eclesiástico al régimen, generando asambleas de sacerdotes que exigían perdón al Frente Popular. La designación de Juan Carlos I como sucesor un mes después refleja la crisis interna del franquismo. Pozo Fajarnés argumenta que Franco subestimó la dimensión política del Vaticano, un estado con intereses propios que históricamente se había enfrentado a España.

La Evolución de las Facciones Católicas

Hacia el final del franquismo, incluso sectores tradicionalmente leales, como el Opus Dei, adoptaron posturas críticas. Rafael Calvo Serer, antes defensor del régimen, abogó por la retirada en su obra Retirarse a tiempo, lo que le costó el destierro. El Opus Dei controló medios críticos, como el Diario de Madrid, y el caso Matesa evidenció los intentos fallidos de los falangistas por frenar su influencia. La Iglesia, liderada por figuras como el Cardenal Tarancón, se alineó con la transición democrática, dejando al franquismo sin su base ideológica.

El Error Estratégico de Franco

Pozo Fajarnés concluye que el error fundamental de Franco fue confiar en el ideario católico como pilar inmutable de su régimen, ignorando la naturaleza política del Vaticano. La Iglesia, lejos de ser una entidad estática, se adaptó a los cambios globales, especialmente tras el Concilio Vaticano II, desmantelando el apoyo que había sostenido al franquismo. Este "último enfrentamiento grave" con Pablo VI revela la incapacidad de Franco para anticipar la "dialéctica de estados". Si hubiera contado con un asesor materialista, sugiere el autor, podría haber tomado decisiones que preservaran su proyecto.

La relación entre Franco y la Iglesia Católica, inicialmente simbiótica, se fracturó por la evolución política de la Iglesia y las tensiones internas del régimen. Pozo Fajarnés ofrece un análisis incisivo que ilumina cómo la fe, la política y la historia se entrelazaron en uno de los capítulos más complejos de la España del siglo XX.